La degradación que acompañó
el acoso laboral que sufrí especialmente desde 2016 es muy fácil de explicar. Imaginad el
caso de un periodista deportivo que durante los ocho años anteriores al
comienzo de su calvario hubiera estado ocupado de informar acerca del principal equipo baloncestístico de la ciudad,
pongamos por caso el Valencia Basket, que lleva ya varios años en Primera. Y pongamos
también que realizó su labor muy decentemente, vuelvo a decir sin complejos.
Pues bien, pongamos finalmente que lo último que se le encargó antes de que
tomara la baja médica es que se ocupara
de hacer reportajes de los equipos de categorías más bajas de la ciudad valenciana.
Bueno, de las más bajas, no. De la liga EBA (que en realidad es 'sólo' la cuarta división pero también una humillación en toda regla). Lo que pasa es que al plumilla del ejemplo no le importó mirar más hacia abajo para rebuscar entre los peores clubes de la ciudad con tal de poder encontrar el mayor número posible de historias curiosas.
Lo
denigrante realmente fue cómo el periodista comprobó que era verdad lo que ya
le decían algunos compañeros: te están intentando aburrir. Y
eso es así porque una vez que demostró a sus jefes que no se le caían los
anillos por volver a sus orígenes, por dignificar a todos los equipos menores de los que pasó a ocuparse, empezaron a ponerle
otro tipo de zancadillas. Por ejemplo,
encargarle artículos que luego no se publicaban (y si era así luego no los
cobraba) o fiscalizarle su labor hasta el más insoportable de los extremos. Y claro, ya vino el ataque de ansiedad, de estrés y la posterior depresión.
Dice la ley que cuando un trabajador es degradado en las funciones que viene ejerciendo
existe la posibilidad de que pueda solicitar la extinción del contrato
laboral, debido a un incumplimiento grave y culpable por parte la empresa. Y
dice la ley además que en este caso la indemnización es equivalente a la del
despido improcedente.
Pues bien, pese a ello, la denuncia que acabó presentado éste que escribe y que se ve simbolizado de alguna manera en el ejemplo fue por tratarse de un falso autónomo. ¿Por qué? Pues ya lo contaré más adelante. Lo que está claro es que el pistolero o, mejor dicho, los pistoleros, habían venido a por mí. Y claro, aunque sólo fuera por mi dignidad, algo tenía que hacer. Sí.
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