lunes, 10 de diciembre de 2018

COMO LA MAFIA


La verdadera catadura moral del medio para el que he venido durante veinte años llega con los ecos extraoficiales que me llegan después de que yo los llevase al juzgado. Según estos, yo “voy a ganar dinero” porque son conscientes de  que tendría “muy fácil demostrar que he sido falso autónomo”, lo que invita a pensar que pretenden llegar a un acuerdo que les evite un juicio en el que efectivamente tendrían todas las de perder. Y que aparte de una buena multa, el tener que ajustar cuentas con Seguridad Social o proporcionarme un puesto de trabajo fijo podría suponerles un auténtico cataclismo a nivel nacional por el precedente que sentaría la sentencia.

Hasta ahí, bien. El caso está en que los ecos no cesan con el reconocimiento de su derrota, sino con un aviso a navegantes, en este caso yo. “Ahora bien, que se despida de trabajar en otros medios”, amenazan como si se trataran de la mafia. Como recordando el poder e influjo que pueden tener en otros medios. Así son de simpáticos, por no decir de hijos de puta.




El caso es que más allá de que yo fuera al juzgado teniendo claro o no esta posibilidad me sigue llamando la atención su poca altitud de miras, su exceso de prepotencia. ¿Y si yo pensara cambiar de vida empleándome en otros sectores? O ¿Y si yo ahora estuviera estudiando inglés para trabajar en el extranjero una  vez resuelto el litigio? ¿Y si el empresario que me quisiera contratar estuviera dispuesto a esperar todo lo necesario para favorecer mis intereses? ¿Y si encima mi mujer, que siempre me apoya en todo y está cuando más la necesito, estuviera dispuesta a hacer las maletas conmigo por tener asegurado también un puesto en mi mismo destino laboral? ¿¿¿Dónde cojones quedaría entonces su poder para hacerme daño??? Qué torpes, Dios mío.

Y qué manera de seguir calentándome la cabeza cuando ésta no se encuentra ahora precisamente para estas batallas.

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