En los últimos tiempos se ha
impuesto la moda entre periodistas de hacer las entrevistas como Ana Pastor. En
convertir la conversación con el entrevistado en toda una suerte de tercer grado que pese al morbo y la expectación que pueda generar en el telespectador a mí no
me gusta nada, porque es que rara vez consigue el objetivo de este género periodístico. Principalmente,
porque de lo que se trata cuando tienes alguien enfrente es que conteste todo
lo preguntes con la mayor sinceridad posible, por comprometido que pueda llegar a ser. Y sintiéndose amenazado, interrumpido, asaltado
por un alud de preguntas que incluso toman forma de acusaciones, lo normal es
que el invitado se proteja, que se ‘escape’ con evasivas. Especialmente, si ya
conoce esta forma de proceder, que es lo que motivará incluso que cuando el entrevistado acuda a la llamada vaya
con las defensas altas y preparado para el chaparrón que le va a caer.
Por eso, siempre me
decantaré por el magnífico tipo de entrevistas que realiza Jesús Quintero. Un periodista
de los que ya no quedan y que hace sentir a los invitados como en su casa, entre amigos. Así, la entrevista se convierte en una charla
informal, sosegada, no exenta de guiños de humor. Y por consiguiente el entrevistado se relaja y termina por contar cosas que en otro contexto se guardaría. En tan magnífica consecución, también influye el
dominio de los silencios de Quintero, el que dé siempre espacio a una
respuesta meditada, profunda, en la que lo verdaderamente interesante llega en el 'descuelgue', en lo que viene tras lo que se suelta primero. Y todo, logra el onubense, en
un marco de aparente confidencialidad y cercanía que no sólo supone que el
famoso de turno esté dispuesto a charlar con él, sino que
incluso lo esté deseando.
Pese a que ahora se
encuentra alejado de las cámaras, y pese a cuentan que por eso se encuentra arruinado, a Quintero no hay quien le quite que es un verdadero animal televisivo. Un profesional como la
copa de un pino que encima consigue traspasar
las pantallas y empatizar con el telespectador. Especialmente, con los
circunloquios que prologan sus programas. A mí me conquistó, y me hizo sentir en su piel, este que lanzó en su espacio 'El loco soy yo'. Sin duda, un canto a la desesperación y a la esperanza que se puede disfrutar justo al principio del vídeo, a partir del primer segundo.
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