jueves, 20 de diciembre de 2018

NAVIDAD JUNTO A LA VENTANA


Por desgracia, me estoy empezando a acostumbrar a no tener navidades. O, al menos, a no disfrutarlas como quisiera, que realmente quisiera que fuera mucho porque se tratan de mis fiestas preferidas.

Las de 2016 simplemente no existieron para mí. Ya estaba siendo objeto de la degradación de la que fui objeto en mi empresa, con lo que mi autoestima se encontraba por los suelos. Y aparte, mi suegro se encontraba en fase terminal, lo que me hizo pasar la Nochebuena y la Nochevieja en la habitación sombría del hospital decadente en el que acabó descansando en paz pasados unos cuantos días. Qué gran hombre fue y cuánto me acuerdo de él.



Pero es que las del 2018 no pintan mucho mejor, por razones que son obvias y ya expliqué en el post anterior, en este, en este otro o incluso con mayor crudeza en este. En este caso, me temo, la reclusión será en mis propios pensamientos. En mi propio temor al inicio de la cuenta atrás. En mi mundo interior, pues no estoy precisamente para interactuar y mucho menos para celebraciones. Cumpliré las que entienda que son del agrado de mi hija, como la cabalgata de Reyes, pero en pocas más me veo, porque a pocas más me voy a prestar más allá de las que me obligarán a cumplir con el rigor de las típicas cenas. Y todo única y exclusivamente por mi mujer, que se lo sigue mereciendo todo por su extraordinario comportamiento y comprensión.

Las que me están haciendo pasar unos cuantos hijos de puta que encima presumen de serlo. Si tengo ganas, ya lo contaré en otra ocasión.

Por hoy ya está bien de escribir. 

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