Es por pura coherencia. Viniendo como vengo de un barrio
trabajador y de obreros siempre he sintonizado con los postulados de
izquierdas. O más bien, con los que hoy se dan en conocer como socialdemócratas.
Lo que pasa es que como votante he sido infiel porque más que premiar lo que he
hecho ha sido castigar. Y así ha sido cómo me he deslizado por el tobogán que
conduce hacia el centro.
Sucede que el hecho de que te falle un partido de
izquierdas es como que lo haga un familiar: duele más porque de según quién no
te esperas que te defraude. Por mis manos han pasado papeletas de IU (el de
antes demasiado utópico), del PSOE (demasiado corrompido por el poder) e
incluso de Podemos, demasiada cara la del coletas que lo representa al vender austeridad y después comprar opulencia (véase su caserón).
Así, en este viraje que inicié hasta la moderación
me creí representado por UPyD, hasta que conocí de su sectarismo interno, y
ahora estoy en la opción de Ciudadanos, de quien me he llegado a creer que vela
en cada momento por los intereses del español y de ahí a sus giros continuos para
pactar con la izquierda y la derecha, según convenga.
O, al menos, espero que sea así, que lo que estén primando en este movimiento 'veleta' -que diría Santiago Abascal- sea el bienestar del conjunto de la sociedad, porque es que esta ya es mi última apuesta. Aquí me planto. Partiendo de la base de que creo que jamás votaré al PP y ni mucho menos a VOX, del que sí me
gusta la firmeza con que defiende sus planteamientos, si me falla Albert Rivera
seguiré ejerciendo mi derecho al voto, pero ya jugando a perdedor. O a reírme de hasta lo que no debería.
Porque si hubo un momento en que la España rancia pareció reivindicarse contra los intereses políticos que siempre priman en Eurovisión mandando como representante a Rodolfo Chikilicuatre, no pasaría nada que yo condenara el descrédito y despropósitos de los servidores políticos dando mi papeleta a 'Escaños en blanco', a 'Posi' o al 'Partido Pirata', por poner unos simples ejemplos.