Creo
que no hubo mejor manera de echar el cierre a 2018 que volviendo a
tener noticias de José Luis Noruega, un amigo de verdad al que
casi, casi, daba por perdido. La distancia, pues él vive en las
Islas Canarias, sus obligaciones como alto cargo de la Guardia Civil,
pero sobre todo como padre, nos distanciaron en un momento crítico
para mí. Tanto, que he de reconocer, lo confundí entre esos
muchos que dejaron de estar porque yo dejé de ser.
Craso
error. En las cerca de dos horas que pudimos estar al teléfono
volvió a ocurrir lo que es propio entre dos íntimos: como si
el tiempo de distanciamiento no hubiera pasado, repasamos nuestras
vidas sin guardarnos nada e incluso nos dio tiempo de desviarnos
hacia temas menores, de índole político o deportivo.
El
caso es que por aquello de que volvió a estar de vuelta uno de los
imprescindibles las sensaciones no pudieron ser mejores. Más que
nada, recuerdo, porque estoy en una época en la que necesito de
refuerzos y con el suyo sigo conformando un equipo con los
mejores, de auténticas garantías,que decimos que los periodistas
deportivos, para afrontar con fortaleza lo que me depare el destino.
Han
transcurrido ya cinco lustros desde que nos conocimos en el
instituto, formando parte de una generación
única, sin
vergüenza y Sin
Documentos(como
el éxito del momento), pero con ganas sobradas de reírnos del
mundo. Y aunque no siempre pudo ser así confío en que aún queden
por echarnos muchas risas y el rato al real con el que hacer más
llevadera también la cuenta atrás que ya tenemos echada.
Ojalá
sus obligaciones se lo permitan.
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