sábado, 12 de enero de 2019

MESSI FALLA PENALTIS


El mundo del fútbol y en especial sus aficionados se encuentran en estado de shock. Resulta que una ex novia de Cristiano Ronaldo le ha tildado en Twitter de “psicópata” y “trastornado mental” después de que encima otra joven le acusara de haberla violado con anterioridad, lo que no ha hecho más que aumentar la conmoción y la sorpresa.

Pero lo cierto es que a mí esto no me asombra de manera especial. No porque sea más listo que nadie, sino porque mis años en el periodismo deportivo me hicieron conocer hasta qué punto pueden llegar a ser también de sirvergüenzas ciertos futbolistas de élite –no generalizo porque hay de todo– y además, porque sé la ceguera que gobierna a sus fans. Tan guapo y atlético como es el portugués le ven triunfar en el ‘verde’ y seguro que se creían que era también modélico en otros órdenes de su vida (ja!), por lo que no les entra en la cabeza que el ahora punta de la 'Juve' se pueda tratar de un depredador sexual y no de un estudiante ejemplar, el vecino agradable que te abre la puerta del ascensor o el cinematográfico galán.

Pero es que si me cruzo de acera me encuentro algo parecido. El argentino Leo Messi, idolatrado también a más no poder, fue condenado a 21 meses de prisión por tres delitos fiscales y la respuesta más sonada de la afición, en este caso la del FC Barcelona, fue crear una campaña avergonzante ("Todos somos Messi") en la que se pedía su absolución por ser presunta víctima de una conspiración del Estado para desestabilizar a las figuras del rival del Real Madrid. Vamos, para mear y no echar gota, como lo fue también la coartada del argentino: aseguraba que no sabía nada de paraísos fiscales porque las cuentas se las lleva su padre. Que es algo que ya desató mi hilaridad, porque si algo aprendí también en mi oficio es que la principal preocupación de un jugador en activo es siempre el dinero. Por mucho que tenga. Primero el dinero, después el dinero, más tarde el dinero y ya después lo demás, desde una perspectiva generalmente egoísta: mi familia, mi carro, mi imagen en la prensa, mi futuro, mi empresa, mi ropa, mi perfume, mi consola, mis zapatos, mi peluco...  y hasta mi piso de alquiler para pasar noche de vino y rosas con las queridas.




Eso sí, al astro azulgrana le debo una lección que me sirvió para hacer más llevadero el ejercicio de mis tareas informativas. Resulta que un día fue objeto de portadas de periódicos porque había fallado un penalti. Porque el que se trata posiblemente del mejor jugador de todos los tiempos marró desde la suerte última de los once metros. Y aquello, que era noticia, me iluminó a mí la bombilla. Si él, que es un auténtico astro de lo suyo, también cometía errores, con más razón podía meter la pata yo que no pasé de ser un buen periodista, según quienes me conocían. Y ojo, que la reflexión no fue cualquier cosa.

Porque es que una palabra a la que le faltara una letra, una información inexacta, un titular con alguna errata o alguna exclusiva que me pisara la competencia me podían llegar a joder el día al punto de dar por mala cualquier investigación cojonuda o de hacerme creer el más vulgar de los plumillas. La búsqueda continua de la perfección a todos los niveles me atenazaba y Messi me hizo entender que no existía y que yo debía aprender a convivir con el error. Fue entonces cuando mejoró un poco mi calidad de vida y no me pesaron tanto descuidos como el que tuve un día en un subtitular llegando a referirme precisamente al entonces delantero del Real Madrid como CR11 en vez de como CR7. Algo absolutamente verídico y por lo que llegué a pasar vergüenza.

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