sábado, 5 de enero de 2019

PREBENDAS Y CUCARACHAS


En términos económicos tengo lo que me he ganado en el ejercicio de mi profesión, ni más ni menos. Y el lustre que le doy es consecuencia de cómo lo he administrado, sin grandes ostentaciones pero tampoco sin privarme de lo que he estimado conveniente o necesario.

Saco a relucir el tema ahora que las cuentas no me salen, que ingreso por baja menos de lo que gasto y que lógicamente tengo que tirar de ahorros. Eso sí, este ejercicio que me parece desagradable (no por ser una  persona agarrada sino por no estar habituado a ello) lo hago con el convencimiento de que obré correctamente cuando ejercí como profesional y me mantuve alejado de los sobres. Cuando no quise sucumbir frente a las cuatro ocasiones en que fui tentado para obtener un dinero ‘extra’ por cauces poco éticos. Porque, hablando en plata y sin remilgos, es rigurosamente cierto aquello de que siendo periodista corres el riesgo de que te quieran sobornar. Por lo menos, en mi caso.



La brecha se abrió allá por julio de 2009, que es cuando un futbolista con mucho talento pero sin formación de ningún tipo me ofreció una comisión por el supuesto fichaje del que podría ser objeto en caso de que yo quisiera promocionarlo.  Y lo cierto es que no me lo acabé de tomar mal porque, insisto, el chaval no daba para mucho, aunque sí que le dejé claro que mi valoración sobre él no estaría condicionado a ningún tipo de dádiva sino a lo que diera de sí su rendimiento en aquel final de Liga. Y la suerte que tuvo es que brilló a buen nivel, por lo que lo seguí destacándolo sin complejos pero ya guardando las distancias. Al poco, acabó fichando por el filial del Celta valiéndose sólo de sus méritos. 

Más inteligente fue, por el contrario, un dirigente deportivo en los veranos de 2014 y 2015.  Consciente en todo momento de que no iba a tragar con según qué, y de que no iba a aceptar de ninguna de las maneras escribir a cambio de prebendas, lo que intentó precisamente fue que no escribiera. Y no precisamente por el ánimo de evitar mi crítica, sino para impedir que sus gestiones se vinieran abajo. Sí, como suena. Todo se explica porque que llegó un momento que tuve tal dominio de fuentes y de contactos que me era relativamente sencillo desvelar los jugadores que quería el club en el que este incauto trabajaba.  Y claro, eso representaba un peligro para sus intereses porque suponía poner en alerta a rivales directos, que podían inmiscuirse en las negociaciones y en último término encarecer las contrataciones. Ojo, que la cuestión no era baladí porque se ponía  en juego mucho dinero.  De modo que para  evitar lo que se ve que tuvo que haber ocurrido algunas veces previas lo que intentaron fue pagarme meses de  vacaciones veraniegas. Es decir, que cuando volviera de las que me concedía la empresa tuviera algunas extra, a cargo de la entidad que temía mis exclusivas y revelaciones. El caso es que no sé hasta dónde podría haber viajado, porque tampoco conocí lo que podría haber gastado, pues con una sonrisa de circunstancias rechacé en rotundo el par de ofrecimientos y así no permití que se me explicaran mejor los planes.



Más fuerte todavía fue lo que intentó otro dirigente en el otoño de 2012. Consciente de mis capacidades, pero sobre todo de mi influencia, lo que pretendió fue comprarme queriendo convertirme en la persona que, por una determinada cantidad de dinero, y desde la sombra, dirigiera y orientara los medios de comunicación oficiales del club al que representaba, con los cuales no estaba muy contento. Que es algo que yo no podía hacer por falta de tiempo pero sobre todo, porque eso me hubiera condicionado para desarrollar libremente las funciones que tenía encomendadas en el periódico. Pero como para poder prodigarme en estas tareas con una necesaria amplitud de fuentes tampoco me interesaba quedar mal con él lo que hice fue pedirle una cifra desorbitada, que sabía que no me iba a pagar. Y aunque con el ‘no’ que me dio por respuesta pareció entender a la perfección la ‘jugada’ que le había hecho, siempre tuvo que quedarle la duda y con ello no tuvo que sentir dañado su orgullo, lo cual también era importante. Y es que, según a qué escalas, las personas pueden tener mucho ego e irritarlo más de la cuenta puede ser contraproducente.

Y hasta aquí lo que entiendo que fue también un ejercicio de prudencia. De honestidad. De lo que hace cualquier periodista que se precie de serlo, que tampoco me traté de un héroe o una excepción. Otra cosa bien diferente fue cómo me quiso atacar alguna cucaracha a cuenta de sus propios intereses y de lo mucho que conseguía sonsacarle informativamente a alguno de los anteriores. Pero lo de ese tipejo me lo guardo para otro día. Ahora voy a seguir echando cuentas entre lo que me gasto e ingreso. Que antes era justamente lo que venía recogido en nómina.



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