Empiezo a tener la sensación
de que tienes que verte en el fondo, o muy ligero de equipaje, que diría Pepe Mújica, para que sepas
apreciar en su verdadera dimensión los regalos que te hace la vida.
Y en estos tantos meses que
llevo de baja el regreso a la mía de mi amiga Alma ha sido uno de los mejores.
El mejor, corrijo sin riesgo a equivocarme.
Siendo como es una persona
trabajadora, madre de familia y
principal encargada de sacar adelante su casa, ha estado, y está, dispuesta a
sacrificar parte de su poco tiempo libre para interesarse por mí y la
problemática que me embarga, justo diez años después de que nos conociéramos y nueve
desde que nos distanciáramos de manera
total y absoluta.
Y oír cómo rebaña el plato o
lo lava mientras me atiende al teléfono, pues es que posiblemente no tenga otro
momento para hablar conmigo, sencillamente me resulta conmovedor. Muy revelador de hasta dónde alcanza su
generosidad al otro lado del hilo.
Porque es que aparte, ella
es de las personas que no sólo te oyen,
sino que te escuchan. De las que muestran interés por lo que estás diciendo
hasta que llega su momento y te interrumpe por una duda o sólo para compartir sus secretos, que tienen para mí un valor
incalculable porque se nutren de la mucha confianza que veo vuelve a depositarme.
Puede que entienda que cuando sólo era un dibujillo animado yo le
ayudara a salir del bache en que se encontraba por apoyarla, orientarle
y abrirle los ojos ante diferentes
realidades. Pero sí es así, si ese es el poso que le quedó de aquellas entrañables noches de confidencias en las que estuvimos juntos hasta el final, ya me lo está devolviendo con creces.
Y puede que ahora que se ha convertido en toda una mujer situemos en
mínimos los cálculos del anuncio de Ruavieja (preveo un único día y pocas horas, como mucho) porque lo cierto es que nos encontramos a muchísimos kilómetros de distancia y cada uno tiene su propio proyecto de vida.
Pero que tengas muy claro Alma,
si es que no borraste la dirección de este blog y me estás leyendo, que si algún
día me vuelves a necesitar de verdad no tendrás que pedirme que me coja un
avión y me plante en La Coruña, porque es
que antes saldrá de mí.
Entretanto, sólo me queda corresponderte a la altura de la gran amiga que estás
demostrando ser. Siempre me alegraré a más no poder de que las cosas te vayan tan bien,
siempre te aconsejaré en la medida que te sirvan mi experiencia o mis puntos de
vista y siempre te apoyaré en todo lo que hagas o decidas. Esa, por pura expresión de química, será mi forma de hacerte ver que te
aprecio. Bueno, que te quiero.
Te lo debía.
Te lo debía.
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