viernes, 11 de enero de 2019

COLOMBO Y GADGET


Si pusieran mi nombre y mi primer apellido en el buscador de Google una de las primeras entradas que encontrarían sería la que enlaza con el artículo en el que otro periodista me ensalza por mis incursiones en la investigación, una de las ramas del periodismo en las que más me prodigué durante los últimos diez años. Según en qué condiciones es una disciplina que no me desagradaba desarrollar pese a que podía resultar ingrata por el poco premio que podías obtener tras una larga jornada de curro. Aunque el hecho de que -humildemente dicho- fueran bastantes las veces en las que gritaba ¡eureka! no hizo más que animarme.

De ahí precisamente a que desde que me comenzaron a putear en la empresa y yo así me empezara a plantear la necesidad de tener que reciclarme una de las primeras opciones en las que pensé fue en la de convertirme en detective privado. A fin de cuentas, la inversión que iba a necesitar no resultaría desproporcionada. Y aparte, las capacidades parecía que ya las tenía, vuelvo a redundar modestamente. De hecho, recuerdo con mucho cariño que uno de los entrenadores con más partidos a sus espaldas del plano nacional, un profesional muy respetado en su gremio, me llegó a bautizar amistosamente con el apelativo de Colombo. Y todo, porque tras verme trabajar, y sufrir en más de alguna oportunidad mis preguntas e insistencias, decía que yo era como el pertinaz investigador de ficción, pues aparte de fumar tabaco maloliente transmitía una falsa apariencia de despistado de la que también me valía para acabar resolviendo todos los casos, siempre según su opinión. Que era seguramente exagerada, pero halagadora y divertida.





Lo que pasa es que una cosa es la ficción y otra la realidad, como bien me recordó mi amigo José Luis Noruega. Y lo que pasa además es que me conozco demasiado bien como para embarcarme en semejante aventura. Porque con independencia de que iba a precisar una titulación muy exigente, y de que me iba a ver obligado a frecuentar lugares sórdidos en horarios intempestivos, me temo que iba a volver a convertir mi existencia en un vivo para trabajar. Y es que yo no iba a poder cargar a las espaldas con la posibilidad de llegar a acumular asuntos pendientes. Es más, sé que esa opción iba a disparar mi ansiedad y me iba a terminar de costar la salud, porque me conozco y sé que soy muy exigente conmigo mismo. 

Así las cosas, mi primera opción real laboral de futuro sigue estando en magistratura, porque si ganara el juicio conseguiría un puesto de trabajo fijo para desarrollar mi oficio. Y si esta posibilidad se viniera abajo ya apuntaría a otras. Sugerencias he recibido muchas y muy variadas para convertirme en el hombre que (creo) nunca seré: dedicarme al montaje de espectáculos o eventos deportivos, crear una empresa de representación de deportistas, ponerme al frente de un kiosco, montar una churrería o una auto-lavandería, crear una especie de gabinete de prensa o incluso dedicarme a escribir literatura erótica. Sí, porno y erótica, como suena y por indicación precisamente de una mujer que tenía cierto criterio (olé). Pero ahora que parece que he visto alguna luz puedo decir de lo anterior que frío, frío. Que, por ahora, nada más lejos de la realidad, que es justo como se encontraba de sus casos el Inspector Gadget. El que a mí me gusta realmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario