miércoles, 19 de diciembre de 2018

MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y BANDERAS


Hubo un tiempo en que sí y de manera muy rotunda. En que los medios de comunicación ejercían un gran influjo sobre la sociedad en relación a todo tipo de cuestiones, especialmente aquellas que no sólo respondían a los intereses de la ciudadanía sino también a los propios, y en las que por tanto ponían el acento. Por ejemplo, las políticas. A los medios provincianos no les resulta igual que esté en el  poder una formación u otra por la complicidad que puede generarse en el flujo de información (siempre mejor las filtraciones que las notas de prensa que son para todos). O, lo que es más importante, por la cuantía de dinero público que los correspondientes alcaldes o los presidentes de las Diputaciones van a estar dispuestos a gastarse en promocionar ciertas actividades, con los consiguientes beneficios que ello acarrea en los medios que las divulgan. Que no es cuestión baladí, precisamente.

Y de eso es más que consciente un periodista, a quien de forma literal se le puede llegar a explicar que la seguridad de su puesto de trabajo podría depender de las ventas o las audiencias, pero también de los ingresos publicitarios. O incluso de manera más sutil, pero igualmente clarificadora. Así, en tiempos de elecciones yo he llegado a ver junto a la mesa de redacción de los mandamases una bandera de cierto grupo político plantada como si se tratara de un árbol. Y claro, eso condiciona a un profesional en aras de mantener su libertad e independencia aunque se encuentre en ejercicio en otras áreas no estrechamente ligadas a la política. Y es que siempre hay un Concejal de Cultura al que cuestionar cómo reparte el presupuesto de su cartera o un Concejal de Deportes susceptible también de crítica en función de cómo gestiona sus recursos. 




Por fortuna, retomo, la irrupción de las nuevas tecnologías, y las redes sociales, está acabando con esta perversión que nace del interés de los medios en que los lectores, oyentes o tele espectadores voten a quienes a ellos les interesa. Aunque el ejemplo más claro de todo ello no sea precisamente tranquilizador. VOX, la controvertida formación que ha irrumpido en el parlamento de Andalucía con 12 diputados, supo capear muy bien el ninguneo al que le sometieron casi todas las teles, las radios y los periódicos. Y todo, por vía de acentuar su presencia en Facebook o Twitter. Y así no sólo han conseguido representación, sino que pueden llegar a dar legitimidad a planteamientos que bordean los límites de la constitucionalidad. O incluso, a señas xenófobas. Alimentando al monstruo de la rabia generada entre la ciudadanía gracias a la corrupción generalizada, los ultraderechistas pueden incluso conseguir que se olvide que el hombre no es más que un hombre. Y que tus manos son mi bandera. Y no precisamente la que yo vi clavada.


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