martes, 11 de diciembre de 2018

MÁS PECES PARA MI PECERA


Otra de las consecuencias co-laterales de haber puesto todos los huevos en la misma cesta, de haberme jugado todo el ‘capital’ del que disponía en mi trabajo, es que de modo paulatino me fui aislando. Entre compañeros, por recelos y envidias, por mi desinterés en caer bien, por no  provocar acercamientos. Y en las cercanías, fui perdiendo los pocos compañeros de viaje que uno tiene en la vida. Y eso me está pasando factura en un momento en el que no sólo yo no me encuentro bien sino en el que mi mujer bastante tiene con tirar para adelante con su trabajo y el cuidado de mi  hija.

En los últimos tiempos contaba con dos buenos amigos. Uno de la niñez que quiso relacionarse conmigo más de lo que yo le permití por aquello de que le pirraba que le contara historias de mi trabajo. De los deportistas a los que él sólo conocía por lo que leía. Por eso, no le reprocho nada después de que él se distanciara al notar que yo empezaba a tener problemas. En nuestros últimos contactos le hice saber que las cosas no iban bien. Y al tomar cafés por la mañana y ver en el diario que yo ya no escribía tuvo que terminar de detectar que algo serio estaba pasando. Pero no llamó para saber. Y yo no quise pisotear mi orgullo volviéndole a contactar, porque es que aparte ya le hubiera llamado con más frecuencia que cuando todo iba bien. Total, que se enteró de lo de mi baja por boca de  mi mujer pasados unos meses. Y al telefonearme yo ya no se lo quise coger, después de tanto tiempo esperándolo. Todo se enfrió y por eso ni siquiera conozco a su hijo ‘recién nacido’. Y por eso también, cuando lo vi hace dos domingos de manera casual lo saludé pero al poco lo evité. Y así hasta ahora, con la esperanza de que el tiempo cicatrice las heridas.


Lo del otro amigo, al que conocí en el instituto, me sabe peor. Con él, que también es enamorado del deporte, tenía más trato cuando trabajaba. Quizás por las manos que me podía echar por su puesto de trabajo. Quizás porque sus conversaciones me llenaban más al ser más profundas. O quizás porque le molaba tener un amigo en el top. Pero también fue desapareciendo conforme se iba enterando de lo mal que me empezaba a ir. ¿Qué mala gente es? ¿O quizás me equivoqué yo cuando al pensar que podíamos compartir opiniones sobre nuestras miserias le hice una sutil observación acerca de su mujer que no la dejaba en buen lugar en relación a la mía? No sé.

Por fortuna, volvió a mi vida una pececilla que se está comportando como una verdadera campeona. Una chica de la que ya hablé en este laberinto y que no sólo llena mis ratos de desconexión sino también mi alma. Le tuve, y la sigo teniendo, un gran afecto que bordeaba, o alcanza(ba), el sentimiento. Y por eso, y por el calor que me está desprendiendo, la estoy cuidando como oro en paño. Pero el tema está en que por mucho empeño y cariño que ponga en atenderme, ella tiene su propia vida (que encima la está viviendo tan intensamente como debe) y su propia familia, lo que hace inviable mayores proyecciones porque yo soy el primero que le debo decir que la cuide al máximo



Por todo eso, a veces me siento en relación a ella como Marc Anthony en el videoclip de su canción con Jennifer López, pero sólo por la sensación que tiene él de que la enfermera está sólo a su lado por cuidarlo, por lástima. Y eso hiere un pelín mi orgullo, habida cuenta de que he podido a tener a mi lado a otras muchas chicas. Además, y repasando la canción, soy plenamente consciente de "la mentira que sería". El caso es que a veces pienso que la colapso pese a que trato de no ser pesado. O pese a que parece que ella disfruta también nuestros momentos. Ayer la tuve más de una hora al teléfono, después mensajeándonos un rato y por la noche le escribí un e-mail, para que lo lea cuando quiera. Qué jabata, qué amiga. Pero seguramente demasiada carga, tengo que darle más espacio aunque me cueste.

Así, tengo la sensación de que debo llenar mi pecera con más peces, lo cual no es sencillo porque pocas veces me aparto de mi vida monacal y enclaustrada. Quizás un buen comienzo sea que ayer no dudara en quedar con una antigua compañera de instituto que me preguntó cuándo le iba a invitar al café que le debo desde hace tres años. Mi objetivo es que ese sólo sea el comienzo. Eso sí, por muchos peces que logre capturar confieso que a pececilla no quiero soltarle la mano, salvo que ella me lo pida. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido.  

Sí, hoy me he levantado bastante jodido.



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