sábado, 22 de diciembre de 2018

LLENARME EL ALMA



Lo tengo más que asumido por la trayectoria de mi padre. Y por la propia, que me ha sometido ya a varios vaivenes. En la profesión de periodista cobra aún mayor valor la máxima de tanto tienes, tanto vales. Y eso es algo que incluso se puede poner de manifiesto en contextos como los que nos encontramos ahora.

En años pasados, en los que mi nombre lucía resplandeciente sobre el papel, invertía buena parte de la tarde del día 24 de diciembre en responder de forma personalizada  la desmesurada cantidad de mensajes que recibía felicitándome las fiestas, pese a que algunos procedían de personas que casi ni conocía o que otros eran simplemente los de corta, copia y pega con los que el personal se suele ahorrar el trabajo de la creación literaria.

Sin embargo, en este año, en el que llevo ya varios meses fuera de combate, lo que vaticino para el día de Nochebuena es una tarde mucho más descansada. Y eso es algo que asumo con resignación, casi sin pesar, podría decir, porque siempre entendí la cierta carga de hipocresía que antaño podía contener los “deseos de corazón” que se me trasladaban.

Eso sí, el primero y único mensaje que ya he recibido me ha sorprendido tanto como me ha emocionado. Volvió a provenir de un señor mayor, cercano ya al centenario, que aún me sigue agradeciendo que hace ya unos veinte meses lo convirtiera en protagonista por sus sorprendentes capacidades para seguir practicando un determinado deporte. Su cariñoso  e-mail, de no más de seis líneas, contenía también un deseo para sí: que Dios le siguiera dando salud para seguir felicitándome las fiestas "durante mucho años". "Bueno, algunos más", terminaba precisando con sincera y entrañable resignación. Y eso es algo que ya terminó de llenarme el alma.





Mi deseo para él lo convertí en un emplazamiento para las Navidades de los próximos años, en los que estoy seguro –le decía– que iban a volver a tener su espacio los afectos mutuos que existen entre nosotros. Y para la tarde de este 24, mi deseo es que que el 'filtro' que seguro taponará mi móvil no impida la llegada de las pocas felicitaciones que de verdad me haría ilusión recibir. Que no se olviden de mí los imprescindibles.

Por lo pronto, yo cumplo con mi parte: felices fiestas de corazón para la cada vez mayor legión de seguidores que está teniendo este blog semi-clandestino. 

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