No tengo palabras para
agradecer el apoyo incondicional que en este duro trance he venido recibiendo
de mi mujer. De la compañera de viaje, confidente, amante y amiga que incorporé a mi vida hace casi ya
dieciséis años.
Ella, más que nadie, sufrió
mis ausencias, mis cambios de humor y, sobre todo, mi entrega incondicional al
trabajo sin poner la más mínima objeción, siendo consciente que mi pasión me
hacía desembocar en diferentes puertos.
Y ella más que nadie ha sido
un firme respaldo, una palabra de ánimo y un infinito cargamento de comprensión
desde que comenzaron a venir mal dadas. Al punto de que fue ella la que más me animó a
que diera fin a la problemática en la que me encontraba denunciándola en un juzgado.
Posiblemente más que a mí le dolió que
no me quisieran dar audiencia para comentar el estado depresivo en el que me
encontraba, y me sigo encontrando, y eso justifica en parte que ella entendiese que yéndonos al juzgado quedáramos abocados a cierta
inestabilidad, pues así lo que ponía era un punto y
aparte. De hecho, desde que lo hice no
hubo ni un solo lamento o reproche por su parte, lo que es muy agradecer dado
que encima hace poco somos padres.
Por eso, por todo lo que me
ha dado, y por todo lo que sé que me dará, es de justicia que el protagonismo sólo
fuera hoy para ella. Te quiero y te tengo aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario