A lo largo de mi trayectoria
profesional he conocido todo tipo de deportistas. Y aunque pueda resultar injusto categorizarlos (sobre todo por la generalización que eso supondría) puedo resumir a ‘grosso modo’ que los
que son de élite en disciplinas muy conocidas suelen tener un punto de
engreídos, de desconfiados y sobre todo, de interesados que al final hace que
te den pena aquellos fans que los idolatran y que los idealizan con sólo verlos
en acción. Porque al final no sólo creen que están frente a auténticos cracks, ante súper dotados, sino
también frente a seres humanos modélicos y ejemplares, cuando rara vez es así.
De todo hay, es cierto,
pero, por ejemplo, son muy pocos los que conocí a gran altura que invirtieran algo de sus riquezas en
obras sociales o caritativas, mientras que muchos más los que se afanaban en
ahorrar y en no gastar más dinero del necesario (sólo despilfarraban en ropa,
coches y vacaciones) con tal de no tener
que trabajar, y vivir de las rentas, el día de mañana, el de la retirada. Ese mismo en el que comienzan a darse cuenta de que también son humanos.
Por el contrario, suelen presentar mayores valores aquellos deportistas que se desempeñan a la espalda del foco mediático. Aquellos que siempre agradecen que les prestes atención y no piensan como los anteriores que son merecedores de todo. De hecho, algunos suponen reconfortantes ejemplos de valía personal y superación por sus formas de ser, por no tener apenas recursos y por quedar sujetos a condicionantes (generalmente económicas) que les impiden dedicarse de lleno como los anteriores a mejores sus capacidades.
Uno de ellos me dio una de
las grandes alegrías de esta etapa gris de mi vida, incluso de toda mi carrera. Lo conocí cuando en pleno
acoso laboral y degradación quedé relegado al desempeño informativo de disciplinas minoritarias. Y más que por su constancia y perseverancia
para mejorar en un deporte de contacto me cautivó por sus valores, por su
humildad y generosidad. Por todos aquellos condicionantes socio-económicos y rasgos de su personalidad que lo
asemejaban al personaje de Rocky Balboa.
Por aquello de que
pasé a ser fiscalizado hasta en el más mínimo detalle me costó bastante que se le diera
cancha, que se le concediera un espacio. Pero una vez ganado, el protagonismo que adquirió lo asumió con la sencillez que le es propia y encima lo espoleó. Y ya no sólo al punto de que fue creciendo y convirtiéndose en toda
una promesa –lo cual me confirmó como un buen descubridor de talentos–
sino que incluso fue seleccionado para disputar el título nacional antes de
entrar yo en baja.
Sin duda, todo un hito en la
esfera local que me llenó de satisfacción y que encima acabó culminando con una
victoria sonada, con un triunfo glorioso que premiaba sus esfuerzos y
recompensaba a los cientos de seguidores que fue aglutinando conforme yo había
ido dando fe de sus triunfos anteriores.
Lo cierto es que no tuve el
ánimo necesario para asistir a la velada de su consagración como campeón. Y ni
siquiera la felicité al día siguiente por aquello de que me sentía fuera de lugar, como parte algo
lejana del camino que había recorrido. Pero con la llamada telefónica que me
hizo para agradecerme el apoyo que le había venido mostrando me terminó de confirmar
hasta dónde asciende su talla humana.
Hoy puedo constatar que pese a la gloria alcanzada sigue siendo el mismo chaval que conocí, aquel que es comprometido con el negocio familiar y que también mantiene a los mismos amigos de siempre en el barrio marginal del que procede. Inclusive ahora que encima ha conseguido que lo conviertan en ¡¡¡¡aspirante a un título continental!!!. A un cetro que lo puede coronar como un deportista más importante, aunque peor retribuido, que esos otros caprichosos de los que hablaba al comienzo.
Lo cierto es que no ha habido semana en la que no me contactara para comentarme sus avances. Y esto ha sido un fuerte refuerzo para mi ego tocado. El recordatorio, en definitiva, de que no hay pelea perdida de antemano. Tú sí que eres un gran campeón.
Hoy puedo constatar que pese a la gloria alcanzada sigue siendo el mismo chaval que conocí, aquel que es comprometido con el negocio familiar y que también mantiene a los mismos amigos de siempre en el barrio marginal del que procede. Inclusive ahora que encima ha conseguido que lo conviertan en ¡¡¡¡aspirante a un título continental!!!. A un cetro que lo puede coronar como un deportista más importante, aunque peor retribuido, que esos otros caprichosos de los que hablaba al comienzo.
Lo cierto es que no ha habido semana en la que no me contactara para comentarme sus avances. Y esto ha sido un fuerte refuerzo para mi ego tocado. El recordatorio, en definitiva, de que no hay pelea perdida de antemano. Tú sí que eres un gran campeón.
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