lunes, 17 de diciembre de 2018

EL PREMIO GORDO


Ahora que se aproxima la celebración del sorteo de la Lotería de Navidad se me viene a la memoria el caso de un dirigente deportivo que al conocer que la institución que representaba había vendido el número agraciado con el premio gordo no tuvo mejor idea que guardar en el cajón de su escritorio uno de los tacos que se quedaron sin vender. Y también, que luego los canjeó en pesetas para acabar convirtiendo en más que considerable su riqueza. Hasta entonces, no sabía que esas cosas se podían hacer, pero en su caso se hizo. O, al menos, no se molestó en desmentir las habladurías que corrieron como la pólvora ni tan siquiera las indirectas de los periodistas.

Viene esto a cuento porque este año no he gastado apenas nada en lo que me sacaría de algún apuro. Ni ganas he tenido, ni siquiera esperanzas como en el pasado, que es cuando invertía un buen capital con la ilusión de que no tocara precisamente el cupón que hubiera convertido también en adinerados a algunos de los que me hicieron la vida imposible.




La riqueza sería sólo para ellos este año. Pero, pese a todo, y visto lo visto, yo ya me siento afortunado. Tengo una hija maravillosa, una mujer que me quiere con locura y unos amigos que son pocos, pero merecen muchísimo la pena y sigo apreciando con devoción allá donde se encuentran. Con ellos, comparto mis inquietudes, alegrías e intento que las menos penas posibles. Pero sobre todo, mi salud. Mi premio gordo. El primer paso hacia lo que espero que se convierta en felicidad.

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