Hubo un tiempo, bastante
prolongado, y a veces todavía vigente, en el que deseé que las dos personas que me hicieron la vida
imposible en mi empresa pasaran también por sus respectivos calvarios. Que sufrieran auténticas desgracias que
les hiciera recordar el mal que ellos habían causado y que es verdad aquello de
que ‘el que no tiene su cruz, se la están construyendo’. Y todo, mis deseos
digo, en base de que el Dios en que creemos los católicos tarde o temprano sacaría la libreta y ajustaría las
cuentas, ayudándome a cobrar una especie de venganza personal. Pero el
verme en el hoyo, y sobre todo, el tener tiempo de reflexionar acerca de todo,
de lo humano y de lo divino, me condujo a la desazón de concluir que mis
propósitos no tendrían un cumplimiento seguro por mor de la supuesta relación ‘tanto mal haces-tanto castigo tendrás’.
Mi suegro falleció a los 72
años después de una vida sufrida, entregada a su familia y en la que ejerció
como padre ejemplar. Y en la que no hubo ninguna providencia divina que saliera a
su rescate a los 65, que es cuando le tocó jubilarse y no pudo disfrutar de
su bien ganado tiempo de ocio porque ya estaba causando estragos los
efectos de una penosa enfermedad originada posiblemente como consecuencia de un
varapalo laboral previo. Y mi tío bajó a los infiernos mucho antes por una acusación
infundada de apropiación indebida que le trasladó de la opulencia hasta el
umbral de su pobreza para acabar falleciendo a mediana edad de un ataque al
corazón justo el día antes de que saliera la sentencia que probaba su inocencia, que no adelantó por bien de
su vida, y la de los suyos, ningún ser superior.
La religión cristiana, la
misma que desde chicos nos inculca una especie de precepto en el que se relaciona hacer el bien con la
obtención del bienestar y la prosperidad, justifica
la contradicción alegando que Dios nos da libertad para seguir nuestro
camino. Y que como consecuencia de eso se producen todo tipo de agresiones que
pueden quedar impunes. Pues, ¡qué injusto, ¿no jefe?! Ahora que me expliquen cómo en la búsqueda de una salida me puedo
sentir ayudado por el de arriba. Máxime cuando hay otros muchos en mayor necesidad que la mía.
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